Moldavia
Tras 25 años de independencia, Moldavia aún lucha por encontrar su identidad. Las generaciones más jóvenes, cansadas de esperar, comienzan a idear sus propias soluciones: desde reforzar su relación con Rusia a disolver el país tal y como lo conocen.
Lina Vdovîi
Autora
Arturas Morozovas
Fotógrafo
Estonia:
Un espacio, dos mundos
Lituania:
Regreso a Visaginas
Ucrania:
La guerra sale a escena
Rusia:
Rublos en los recreativos
Letonia:
Nuevos héroes, nuevos tiempos
Bielorrusia:
Alina en Lukaland
Chisináu- A comienzos de diciembre de 2016, el Teatro Eugene Ionesco acogió a Argatu y Domino, dos bandas rumanas de música folk muy conocidas. Cientos de jóvenes se congregaron en una pequeña sala en cuya atmósfera se podían sentir las emociones. En un determinado momento, la banda hizo una pausa y los allí congregados comenzaron a cantar su propia letra: “Larga vida a Moldavia, a Transilvania, y al país rumano”. Una pancarta rezaba “Besarabia es Rumanía”. Uno de los espectadores lanzó al escenario una bandera rumana, y el cantante de la banda cubrió con ella su pie de micro.
El concierto, que tuvo lugar dos días después del ‘Great Union Day’, fiesta nacional en Rumanía que se celebra el 1 de diciembre, congregaba a los ‘unionistas’ de Moldavia, (defensores del movimiento para la unificación de Rumania y Moldavia, ndlr). Llevaban brazaletes, carteles y carcasas de móvil con los colores de la bandera rumana. Para los unionistas, Moldavia, un pequeño país de 3,5 millones de habitantes ubicado entre Rumanía y Ucrania, con una economía muy débil y un Gobierno corrupto, debe volver a como era durante el período de entreguerras y unirse a Rumanía*.
No todos los jóvenes moldavos miran con buenos ojos la causa unionista, aunque sí es muy popular entre los estudiantes. Para los pro-rusos, por ejemplo, el futuro está en el este.
Para el historiador Octavian Ticu, “la sociedad moldava es fruto de un conflicto entre dos mentalidades colectivas: el nacionalismo rumano y el imperialismo ruso”. Desde 1991, los políticos moldavos han empleado estos argumentos para ganar las elecciones, según fuera su turno. Todos los partidos políticos, tanto los que se acercan más a occidente como los que miran hacia el este, han estado a la cabeza del Gobierno en algún momento. “Esta batalla permanente entre ambos polos ha generado mucha polémica entre los moldavos”, añade Ticu.
Más de 25 años después de su independencia, la política y la sociedad moldavas sigue aún divididas: unionistas y pro-rusos se oponen continuamente, ya sea de manera virtual o en protestas organizadas y, en ocasiones, hasta se producen choques.
“El incremento del unionismo nace del fracaso de Moldavia como Estado”
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+ Moldavia es el país más pobre de Europa. El 12,7% de su población vive por debajo del umbral de la pobreza.
+ De una población compuesta por 3,5 millones de personas, unas 600.000 trabajan en el extranjero.
* El robo de los mil millones
En 2014, la desaparición de 1.000 millones (una quinta parte del PIB anual) de tres bancos nacionales causó un enorme revuelo.
El escándalo unió a la gente, independientemente de su tendencia política. En 2015, hasta 100.000 personas, entre ellas activistas y unionistas, se echaron a las calles de Chisináu en señal de protesta, pero las revueltas no trajeron ningún cambio.
A pesar de que el fraude fue orquestado por un buen número de políticos y hombres de negocios, sólo se arrestó al ex primer ministro Vlad Filat.
En noviembre de 2016, tras siete años de Gobierno pro-europeo, Moldavia eligió a un presidente cercano a Rusia, Igor Dodon, apoyado con el 52,11% de los votos.
La forma de hacer política de Dodon se orienta hacia el este. Su victoria fue posible porque, a ojos de muchos, sólo él encarnaba la única alternativa viable a un Gobierno profundamente corrupto.
“La unificación traería aumentos salariales”
En 2010, cuando comencé como activista, todo era más complicado”, explica Anatol Ursu, de 26 años, líder desde octubre de 2015 de la organización unionista Youth of Moldova (Juventud de Moldavia). “Éramos muchos menos que ahora”. Según los organizadores, llegó a haber hasta 10.000 personas en las manifestaciones más importantes de Chisináu y Bucarest. En Chisináu, 280 personas pagan 10 leus (unos 50 céntimos) al mes para costear el alquiler de la oficina de los Unionistas y otros gastos adicionales.
Anatol es diseñador gráfico y en su camiseta negra pone “Besarabia es Rumanía”. Su armario está repleto de ropa con símbolos unionistas. Se unió a varios grupos sociales como “Romanian Spirit” y “Awakening”, que en sus comienzos formaban parte de “Action 2012”, una plataforma creada por unionistas rumanos. Años más tarde, en 2014, se separaron y formaron Juventud de Moldavia.
“Me acuerdo de cuando tenía 4 años y veíamos los Juegos Olímpicos”, cuenta Anatol. “Mi madre, que era muy fan de la gimnasia acrobática, me preguntó si quería que ganara Rusia o Rumanía, y yo elegí Rumanía porque podía entenderles”. De hecho, las lenguas de ambos países son casi idénticas, a pesar de que la Constitución moldava estipula que la lengua oficial es el moldavo.
“El incremento del unionismo nace del fracaso de Moldavia como Estado”, explica Ticu. “La unificación se ve como una solución para el futuro del país”. Tras el escándalo de los “mil millones robados”* en 2014, la unificación podría haberse convertido en una solución a los problemas de un país sumido en una profunda crisis económica, política y social, a los que se le suman las tensiones de su vecino Ucrania.
“La unificación con Rumania traería consigo mayores salarios y pensiones, una mejor educación y menos corrupción”
Los unionistas cambiaron el eje de sus campañas políticas y dejaron de lado los argumentos históricos: pasaron a centrarse en las ventajas económicas que traería la reunificación. “La unificación con Rumania traería consigo mayores salarios y pensiones, una mejor educación y menos corrupción”, dice Nicolae Capcelea, un joven de 22 años exnacionalista del norte de Moldavia, la región con el mayor porcentaje de personas de origen ruso. Ahora que se ha ‘convertido’, Nicolae dedica todo su tiempo libre a apoyar la causa unionista.
A pesar de que el número de moldavos que votaría por la unificación está entre el 10% y el 34%, dependiendo de qué encuesta se consulte, el mejor resultado conseguido hasta ahora por un candidato unionista ha sido inferior al 2% de los votos.
Aun así, cada vez más personas se sienten atraídas por este nuevo discurso. En el verano de 2016, algunos unionistas voluntarios cogieron su bici y recorrieron 600 pueblos, en los que hablaron con los ciudadanos de las regiones más remotas. La campaña Know Your Country (Conoce tu país) hizo que más de 40.000 moldavos visitaran Rumanía. Los unionistas planean incluso crear su propio canal de televisión, Unirea TV, a través del cual podrían difundir su mensaje.
En los últimos años, los unionistas se han vuelto tan activos políticamente que Igor Dodon, el nuevo presidente de Moldavia y líder del Partido Socialista, ha amenazado con ilegalizar el movimiento.
Dodon es un político pro-ruso muy conocido. Cuando se presentó como candidato a la alcaldía de Chisináu, la ciudad se llenó de carteles en los que aparecía junto a Vladimir Putin sentado en la misma mesa. Sin embargo, durante su campaña presidencial, prefirió centrarse en la independencia de Moldavia, dejando de lado las tensiones entre la Unión Europea y la Unión Euroasiática.
“Rusia es Europa”
Desde la victoria de Dodon en noviembre de 2016, la Young Guard [La Guardia Joven, la organización juvenil del Partido Socialista] se ha hecho más y más fuerte.
Ecaterina Medvedeva, de 18 años, forma parte de los 4.000 miembros de la Guardia Joven. Siente una gran atracción por su país y, por eso decidió unirse con 16 años. “Moldavia es extraordinaria y lo único que quiero es que mis conciudadanos dejen de imitar los valores de los países extranjeros”, dice. “Desearía que el patriotismo tuviera un papel más importante entre los valores de la juventud”. A Ecaterina le desespera el hecho de que “dos tercios de mis compañeros planeen estudiar en el extranjero y no volver nunca”.
Marina Radvan, de 24 años, exlíder de la Guardia Joven y ahora la diputada más joven del Parlamento, todavía piensa que Moldavia tiene “muchas cosas en común con Rusia, como el idioma y la cultura, pero toda esta retórica sobre este y oeste nos distrae de los verdaderos problemas que tiene el país”, añade en ruso.
En el centro de la ciudad, en un restaurante llamado Rendez Vous, Boris Vishnevski, el presidente de la Liga de la Juventud Rusa, bebe té con su amigo Aleksander. “Podemos construir nuestra propia Europa si nos acercamos a Rusia”, dice. “Rusia es quien cuida de los verdaderos valores europeos, presentes en su cultura, literatura, tradiciones, economía y política”.
La Liga de la Juventud Rusa, junto con otros grupos como los Patriotas (Patriots) y la Gagauzia Unida (United Gagauzia), protesta cada vez que los unionistas se echan a la calle. En 2012, durante una manifestación a favor de la unificación apoyada por 10.000 personas, las autoridades tuvieron que enviar a la policía para evitar incidentes violentos. El que los los pro-rusos hagan ahora menos ruido que antes, es sólo una cuestión de tiempo.
“Queremos cambiar la mentalidad de los moldavos”, añade Boris. “Se nos ha enseñado mal la historia”. Aprendemos mucho sobre la historia de Rumanía y muy poco sobre la victoria de la URSS en la Segunda Guerra Mundial”.
Para Boris, los unionistas son unos traidores. Algo en lo que Aleksander está de acuerdo: “¡Quieren vender nuestro país después de 25 años de independencia!”. Los modelos a seguir se personifican en políticos que, de manera directa o indirecta, tienen algún tipo de vínculo con Rusia: Vladimir Putin, Alexander Lukashenko o el recién elegido Presidente de los EE.UU. Donald Trump.
“Moldavia tiene muchas cosas en común con Rusia, como el idioma y la cultura, pero toda esta retórica sobre este y oeste nos distrae de los verdaderos problemas”.